El pensamiento "yo soy este cuerpo de carne y hueso" es el origen de todos los demás pensamientos. Por eso, si miro hacia adentro y me pregunto: "¿Dónde está ese yo?", todos los pensamientos (también el pensamiento del "yo") desaparecerán, y el autoconocimiento brillará espontáneamente.
El Yo descarta la ilusión de "yo" y, sin embargo, sigue siendo "yo". Ésa es la paradoja de la autorrealización. En lugar del "yo" original, la autoentrega perfecta deja un residuo de Dios en el cual el "yo" se pierde. Ésa es la forma más alta de devoción y entrega y la culminación del desapego.
Lo que está destinado a pasar, pasará. Si tú estás destinado a no trabajar, no conseguirás trabajo ni aun si intentas buscarlo. Si estás destinado a trabajar, no podrás evitarlo y te verás forzado a comprometerte con él. Déjalo, pues, a cargo del poder superior; no puedes renunciar o retener a tu antojo.
Así como el fuego es oscurecido por el humo, la brillante luz de la conciencia es oscurecida por el cúmulo de nombres y formas, el mundo. Cuando, por la compasiva gracia divina, la mente se aclare, se reconocerá que la naturaleza del mundo no son las formas ilusorias, sino sólo la realidad.
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