Hemos sembrado al ser humano,
Y con su esencia hicimos nuestra viña;
Hemos arado el suelo,
En la niebla rosada
De la más temprana aurora.
Hemos cuidado el retoño
De los tiernos sarmientos,
Y vigilado y alimentado
A las hojas más nuevas,
Atravesando los años,
Que no supieron de estaciones.
Hemos cuidado los brotes
De las inclemencias del Tiempo,
Y hemos velado por que las flores crecieran sanas,
Libres de los embates de los espíritus oscuros
Y en este momento en que nuestras viñas
Nos han dado la uva,
Vosotros no la acarrearéis
hasta el lagar para colmar vuestras copas.
Vuestras manos son más diestras
Que otras
Para cosechar.
Elevados son los planes
Que esperan apagar vuestra sed
Con el vino.
El hombre es la comida dilecta de los dioses.
La Gloria del hombre empieza
Cuando las bocas divinas devoran
Sus hálitos errabundos.
Todo lo que sea humano
Es absolutamente sin valor,
Si humano sigue siendo.
La pureza de los niños
Y el dulce apasionamiento de la juventud;
El empuje de la virilidad de los hombres,
La madura Sabiduría de los viejos;
La majestad de los monarcas,
La gloria de los guerreros,
El reconocimiento de los poetas,
La bondad de los idealistas,
Y la honorabilidad de los Santos:
Todo esto y todo lo que transporta
En su pliegues,
Es el alimento de los dioses.
Y solamente será pan, sin bendición,
Hasta que los dioses lo lleven a su boca.
Igual que la espiga muda que se convierte en un canto
De amor, en el pico de un ruiseñor,
De igual manera es el hombre,
cuando está destinado
A ser alimento divino.
En ese momento su mayor goce s
erá el ser saboreado
Por el dios.
Khalil Gibran
No hay comentarios:
Publicar un comentario