jueves, 5 de diciembre de 2019




Anir, era uno de los tuareg que transitaba en caravana por el desierto del Sahara. Absorto en sus pensamientos avanzaba lentamente por las pesadas arenas. Su camello se detiene de súbito y allí, con cierta alarma expresada en su rostro moreno y curtido por los abrasadores soles y las intensas tormentas de arena, se da cuenta que está perdido. Es el único lugar en la tierra donde el paisaje cambia de forma en minutos. No hay patrones de reconocimiento fiables, a excepción de las estrellas. "Soy un bereber, un tuareg, un príncipe del desierto" se dijo para darse ánimo. Abrió su cantimplora la llevó a sus labios y sólo unas pocas gotas cayeron en su boca sedienta. A lo lejos divisó un charco de agua y apuró sus pasos hacia allí. Era agua estancada en estado de descomposición. No tenía alternativa. Sabia que el cielo estaba en fase de luna nueva y que sería entonces más difícil avanzar en la gélida noche. No lo dudó dos veces, bebió el agua tóxica y llenó resignadamente su recipiente para la travesía. Pensando en las consecuencias que esta ingesta traería para su organismo se dijo: "entre la nada y el dolor, prefiero el dolor". Anir siguió bebiendo esa agua turbia durante muchos días, y pese a los dolores estomacales su cuerpo se adaptó a ella. Al fin llegó al Oasis deseado, donde pudo beber agua potable para su consumo. Para su sorpresa está agua le trajo náuseas, grandes dolores y vómitos. Tuvo que desandar el camino y avanzar hacia el agua turbia para recuperarse. Acampó en ese lugar, quería entender que le estaba pasando y extraer una enseñanza de eso. Recordó la frase que un sabio le había dicho: "para vivir se necesita agua, oxígeno, comida y caricias". Las caricias son el estímulo necesario para desarrollarse. El término caricias expresado no sólo piel con piel sino también en forma de palabra de aliento, una mirada de aprobación, una sonrisa, una palmada en el hombro, un consejo o una escucha atenta. Se dio cuenta entonces que cuando el agua fresca de las caricias no está disponible bebemos la que tenemos al alcance, aunque sea tóxica. Y nos acostumbramos inconscientemente a reproducir actitudes negativas  para volver a experimentarlas aunque sean caricias negativas y lo hacemos sin darnos cuenta hasta que se transforma en un hábito. A partir de esa comprensión la vida de Anir se transformó por completo, necesitó perderse para encontrarse consigo mismo. Fue él mismo un oasis de paz, un remanso de serenidad, agua fresca y cristalina que se vierte generosamente sin esperar recompensa o aprobación, volcó sabiduría y tolerancia entre sus pares, fue la caricia al alma tan ansiada. Fue recordado mucho tiempo porque gracias a su transformación los demás también podían hacerlo. Sus ojos reflejaban en aquellos que los miraban la mejor versión de si mismos. A la vez que repetía la frase: "una vida sin dar amor genuino es como un árbol sin flores ni frutos". Tú también tienes ese poder y tu mirada puede transformar las personas, las plantas y todo lo que te rodea. @SpoturnoV





2 comentarios: