martes, 15 de octubre de 2019

Los gemelos y el sabio


Dos hermanos gemelos Juan y José vivían en Pueblo Belén a la orilla del Río Uruguay. Un día, llegaron de la capital unos emisarios del gobierno, de traje, portafolios y lustrosos zapatos. Fueron casa por casa a comunicarles a los vecinos que debían abandonar el pueblo porque se construiría allí un embalse para la represa de Salto Grande, que daría energía a todo el país. Las protestas fueron disminuyendo al saber las altas compensaciones económicas que recibiría cada uno como pago de sus casas, campos y comercios. A diferencia de la mayoría, los gemelos decidieron emigrar lejos de allí. Un aviso en el periódico los hizo interesar en una gran ciudad que ofrecía buenas condiciones para emprender una nueva vida. Viajaron toda la noche y a la mañana siguiente se sintieron atraídos por el aspecto de un barrio aledaño a la terminal de ómnibus. Preguntaron a los transeúntes si había algún hombre sabio para que le evacuara sus dudas sobre los habitantes de la zona. Efectivamente había, se llamaba Saúl y era un místico sufí, emigrado del Líbano luego de violentos bombardeos perpetrados por la aviación Israelí en la guerra de los siete días. Saúl era un hombre de piel curtida, pelo canoso y una barba larga que anudaba bajo el mentón. Tenia una mirada bondadosa y un hablar pausado. Primero pasó José a la habitación donde también había varios discípulos. Preguntó José "como es la gente de este barrio?", Saúl le respondió "dime primero como era la gente del lugar donde tú vienes", hizo una mueca en su cara, enrojecio de ira y respondió: "mala gente, envidiosos y haraganes, por suerte pude salir de ese apestoso pueblo". El sabio reflexionó unos instantes y dijo "exactamente son como los vecinos de este barrio". José tomó sus valijas y  dijo a su hermano que proseguiria la búsqueda. Cuando le tocó el turno,  el sabio le hizo a Juan la misma pregunta. Éste respondió "bellisimas personas, amables, serviciales, un lujo de personas. "Exactamente son como los vecinos se este barrio", exclamó el sufi. Contento Juan salió en busca de una finca para comprar. Los discípulos que habían escuchado el diálogo le preguntaron a su maestro: "Como es posible que les des diferentes respuestas a la misma pregunta? Saúl los miró con una sonrisa piadosa en los labios y respondió "el mundo que vemos fuera es sólo un reflejo de lo que somos dentro". "Si en nuestro interior hay odio, resentimiento, desconfianza o temor con ese cristal miraremos al mundo y eso recibiremos de él. Si en cambio hay serenidad, confianza, alegría así será nuestro entorno y los eventos que nos sucedan". Recuerden prosiguió el sabio, "el universo es como un gran lago. Si hay agitación en sus aguas la imagen que veremos estará distorsionada y confusa. Si hay un lago de aguas serenas reflejará con nitidez el sol, la luna y las estrellas" Y como podemos lograr esa serenidad? preguntaron: "la respiración es una gran terapeuta. Si ponemos nuestra atención en ella ordenará aquello que hemos distorsionado, tres respiraciones profundas ayudarán siempre a conectar con un estado de paz interior". Como dice el gran poeta Khalil Gibran:“Tu vida está determinada no por lo que la vida te trae, sino por la actitud que tú traes a la vida. No es lo que te sucede, sino la forma en que tu mente mira lo que sucede.” 
@SpoturnoV

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