Era la primer época de la tierra. Con la aparición de las flores,la naturaleza propició nuevas especies y formas de vida. La abeja tenía una particular envidia hacia la mariposa. A ambas se le había encomendado la misma tarea, polinizar las flores. Pero mientras la primera lo hacía con eficacia y esmero, miraba de reojo a la mariposa que delicadamente fluía entre las flores amarillas y carmesí. Lo hacía con tal gracia y naturalidad que hasta su archienemiga quedaba pasmada de asombro ante su vuelo. La abeja, ya tumbada en su lecho dentro del panal miraba la luna y en su duermevela soñaba con tener esa figura y esbelta y colorida. "Por algo se llama monarca" se dijo a sí misma. Contempló su tosco cuerpo y abultado vientre, "si la flor tuviese que elegir yo no tendría chance. "La vida de la abeja es muy dura" le dijo a su compañera de celdilla. Y para sus adentro planeó como deshacerse de esa acaparadora de miradas. Para acercarse a ella tenía que resolver como acallar ese molesto zumbido que la delataba. Día y noche vivía obsesionada pensando sin encontrar una solución. La mariposa se había dado cuenta de que era objeto de vigilancia. Sentía sobre su nuca los dos ojos y los tres ojuelos que la abeja tiene en la frente, que además notaba como había disminuido su zumbido. Ante el inminente peligro que olfateaba decidió enfrentarse a ella. Detuvo su vuelo y la invitó a posarse en una rama para charlar. Le dijo "he notado que me miras en tono amenazante y que estás pendiente de mis movimientos, porqué? "Porque quiero ser como tú," respondió la abeja, "tener brillantes colores en mis alas en forma de corazón, posar graciosamente sobre las flores que sonríen ante tu llegada". Todos podemos evolucionar si así nos proponemos", contestó la mariposa. "Ves esa oruga en el árbol? Yo era una. Como tú quería volar, pero en vez de envidiar a las aves y lamentarme comencé mi trabajo interior. Me exigió plena concentración y volverme hacia adentro. Lo exterior dejó de tener sentido e importancia. Ya no quería viajar en busca de otros árboles de hojas más tiernas. Quería llegar más adentro y más adentro en mi interior. Tanto lo hice que de pronto estaba en un capullo. Pero no me asusté ni quise salir corriendo asustada. Seguí yendo hacia dentro hasta que sentí que era hora de despertar. Hice tanta fuerza para romper el capullo que mis alas se impregnaron de una sustancia viscosa, que se secó, se endurecieron mis alas y pude volar. Fui la primera de mi especie. Tú puedes hacer lo mismo. Yo te ayudaré". El trabajo dio sus frutos, todas las especies evolucionan. Los seres humanos, a diferencia de la abeja de éste relato nos hemos olvidado de esa capacidad de ir hacia dentro. La comodidad de la zona de confort. Incluso las rocas más densas de la tierra cuando se someten a enormes temperaturas se transforman en diamantes. Sólo se necesita un cambio de perspectiva, cambia tu atención desde el afuera hacia dentro. haz de ti un capullo que se romperá cuando esté listo. Deja que el fuego interior sea tu catalizador. Se paciente con tu proceso. Como dice el gran poeta Rumi:
"Los hombres son como tres mariposas ante la llama de una vela. La primera se acercó a la vela y dijo: yo conozco el amor. La segunda rozó con sus alas la llama
y dijo: sé lo mucho que quema la llama del amor. La tercera cayó en medio de la llama y fue consumida.
Sólo ella sabe realmente lo que es amor" @SpoturnoV
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