miércoles, 24 de julio de 2019

Las alas de Ícaro

"Ten compasión por aquellos que su comprensión no ha ido más allá de su entendimiento, pues sólo ven una ínfima parte de la totalidad".
El hombre primitivo al observar una flor tuvo el primer contacto con la belleza. Aquello no era necesario para su supervivencia y las cuestiones prácticas de su vida. Debe haber tenido un impacto profundo en su corazón. La pausa ante la hostilidad de su mundo de amenazas y de peligros. De la observación de la belleza nace el arte como expresión más elevada del ser humano. Que es la elevación del espíritu sino en sí mismo la raíz del amor? El amor y el arte están inseparablemente unidos. La expansión del lenguaje no es otra cosa que la búsqueda de palabras para expresar esos sentimientos: el fruto sagrado. Pero fueron los griegos, cuando no! los que lograron mediante la observación descubrir el patrón universal que crea las formas en la naturaleza y en las proporciones exactas del cuerpo humano. Pudieron definir matemáticamente el concepto de belleza. Le llamaron la proporción áurea o pi en honor al escultor griego Fridas y lo usaron en todas sus expresiones artísticas. La belleza y la armonía desde entonces puede ser definida, 1.618. Pero como definir el sentir esa presencia? Como definir las emociones que se producen en consecuencia? Las mariposas en el estómago o las palpitaciones en tu pecho? Si. La apreciación depende de la atención plena para experimentar las emociones que nos hacen sentirnos vivos. Creo, sin temor a equivocarme que cada vez estamos más distraídos en pensar que en sentir. No se puede estar en dos sitios a la vez. Recibimos tantos estímulos externos que nos olvidamos de escuchar los internos, recibimos tanta cantidad de información que no vamos a la fuente de donde todo surge, del silencio interno, de la música clara y diáfana que no tiene palabras. Decía Beethoven "la música debe arder en el pecho del hombre y hacer brotar lágrimas a la mujer", que lejos estamos de ese sentir hoy! Podemos desandar nuestros pasos, seguir el hilo de Ariadne como Ícaro, para no perdernos en el laberinto del Minotauro, de los juicios y los pensamientos, para entonces encontrar unas alas de cera que los rayos del sol terminarán por derretir al aproximarnos a él. Fundirnos en ese fuego de sabiduría interior no es una tragedia, sino el retorno a la sorpresa ante la belleza, como aquel primer hombre primitivo que posó sus ojos atónitos y enamorados en una flor. @SpoturnoV

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