viernes, 24 de mayo de 2019

Hacia el otro lado

El camino es para el otro lado. Dirige tus pasos en esa dirección y date cuenta. Al voltear, deja atrás tus mochilas, tus cargas, tus culpas, tus recuerdos, tus miedos y fracasos. Para hacerlo tienes que estar decidido, completo, íntegro. Debes pasar por la noche oscura del alma, esa que Agustín de Hipona, el "hijo de las lágrimas de mi madre" como le gustaba llamarse a sí mismo relata con el fervor y la poesía de quién lo vivió en carne propia. Este hombre, bautizado después como San Agustín fue un buscador de la verdad, filósofo argelino que encontró en los neo platónicos esbozos de la revelación que buscaba. Cuenta que tuvo una visión al lado del mar. Allí un niño iba y venía de la orilla con un balde. Agustín le pregunta: "qué haces?" Y el niño le respondió: "saco agua del mar para ponerla toda en este pozo que estoy haciendo", el sabio le contesta "pero eso es imposible!" El niño, lo mira angelicalmenente y le responde: "más imposible es entender el misterio de la vida como tu pretendes hacer". Nos pasamos la vida llevando baldes, e invitamos a los demás a que lo hagan. En ellos están las "verdades"que otros han puesto dentro y que damos por ciertas. La verdad no está en el pozo, ni en el fondo del mar. No es líquida, salada o dulce. Es como el agua, que se nos escapa entre los dedos. Si ese niño detuviese su tarea podría sentir la arena mojada sobre sus pies, la brisa fresca del mar en su cara. Al sentarse a mirar el horizonte podría entender más que haciendo. Se daría cuenta que buscar respuestas a cosas cotidianas no le aporta nada, sólo más aflicciones y penurias. Mirar el horizonte, sentir la luz de la luna y ver la grandiosidad de la cúpula estrellada en una noche de verano que va ganando en oscuridad le haría entender sus propias sombras. Empezaria a descubrirse como parte un todo y no como un obsesivo cultivador de su yo, de su personalidad, de su imagen. Vivir encandilado por las luces, el ruido y la agitación no es acaso tan vano como la ola que se agiganta y termina muriendo suave a la orilla del mar? La serenidad está por debajo del impetuoso océano de la mente. No importa cuán agitado esté el mar, ni cuán nublado esté nuestro discernimiento. Ahí tenemos que buscar, en ese estado de quietud, en ese centro, en meditación. Allí no es necesaria la pregunta, viene adosada a la respuesta. Tomo esta frase de éste místico del siglo IV: "Debes vaciarte de aquello que estás lleno para darle espacio a aquello de lo que estás vacío". Y a ti que me preguntas como soltar te diré: abre tus manos y deja que las cosas caigan por su propio peso, gira sobre tus talones y camina hacia el otro lado. Ese el comienzo del camino hacia la libertad @ SpoturnoV

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