domingo, 13 de mayo de 2018

La tormenta y el vaso de agua

Amul era un próspero pastor de la India. Vivía cerca del monte Arunachala, "el lugar donde todos los hombres deben ir algún día",  En tiempos posteriores Ramana Maharshi iría a ese lugar sagrado para encender allí su lámpara, luz y sabiduría que aún hoy ilumina el camino de los peregrinos y buscadores de la verdad. Se decía que tenía doscientas vacas, que abastecían de leche a toda la aldea. La calidad del producto era tal que era reconocida en las regiones vecinas. Cierta noche, una manada de lobos rondaba por el lugar. Presto Amul y otros miembros de su familia pudieron alejarlos, no sin antes tener un saldo de heridos de diferente entidad. Pero el ganado se dispersó. A volverlo a reunir notó con angustia y pavor que una vaca faltaba. Se sintió apenado, triste. Sintió como lo invadía la ira, y se enojó tanto con sus familiares que los hecho de su granja. No podía creer que eso le estuviese pasando a él. Dedicaba sus días a buscar sin éxito a su vaca perdida. Estaba deprimido y apesadumbrado. Sentía que estaba incompleto y que nada volvería a ser como antes. En ese estado, atormentado por sus pensamientos, condujo sus vacas a un abismo donde cayeron y ninguna sobrevivió. Sentado sobre una piedra, respirando hondo para atraer algo de lucidez observaba la magnitud de sus actos. Por una vaca había perdido todo su rebaño y el amor de sus seres queridos. Literalmente había tirado todo por la borda. "He hecho una tormenta en un vaso de agua", se dijo a sí mismo. Esta parábola zen es muy significativa. Amul somos todos, porque cuando esas emociones que no podemos controlar, esos arrebatos de furia, incluso esa situación de desesperanza, de falta de ilusión, de desanimo y de tristeza a todos en algún momento nos han sucedido. Y vaya que hacemos tormentas en un vaso de agua! Y siempre habrá alguien cerca para echarle la culpa de lo que nos pasa. 
Buda decía "el dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional". Y tenemos opción, pero lo primero es evitar la tormenta en el vaso de agua y ahogarnos en él. Estamos condicionados a ver el vaso medio vacío, de todo lo que nos falta en la vida. Y nos dejamos arrastrar por esos pensamientos negativos. Te propongo un ejercicio muy simple que va a cambiar tu vida: Cero queja, en pensamientos y palabras como viejas quejumbrosas. Está probado que sostener una idea durante 48 horas cambia la química del cerebro. Al vivir sin quejas empezamos a experimentar algo que no estamos acostumbrados y es sentirnos cómodos. Con nuestro cuerpo, con nuestro espacio y con nuestros seres queridos. A medida que avanzamos en la práctica nos vamos a sentir cómodos incluso con aquellas cosas que antes nos disgustaban. La serenidad y la calma van a dar paso a una progresiva sensación de felicidad. Salimos de la lógica de reaccionar y pasamos a accionar fluyendo con la vida. Cuesta? Si, pero recuerda la milenaria frase de Lao Tzú. "Un camino de mil millas comienza con un sólo paso" @Satsang  

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